Días de salir

Días de salir, de no parar, de echar de menos estar en casa. Noches de acostarse sin tener ni idea de cómo te lo vas a montar al día siguiente para cumplir todos los planes, de cómo acabará la semana, de cómo leches se ha podido volver tu novio a su casa sin abono, llaves, móvil ni dinero.

Noches de estar tan agotada que no puedes leer; días en la piscina en los que pretendes leer pero sólo te apetece bañarte.

Tardes en las que pretendes jugar al tenis una hora y al final jugar una escasa media hora, de acertar en los bolos y ser malísima en el béisbol y el boxeo, de hacer pesas y de autocastigarse por comer tarta de chocolate con diez largos más al día siguiente.

Días frenéticos de mucho planear y de olvidar por qué se deshizo, de darte cuenta de que no sabes mil cosas y preguntar en el último momento. De tener la desagradable sensación de que se te olvida algo y la aún más desagradable sensación de que prefieres que salgan mal las cosas para tener una buena excusa para faltar. De economías decadentes y padres cada vez más enfadados.

Días que de alguna forma han conseguido culminar en un bonito desenlace, que finalmente me han hecho sentirme muy bien por primera vez en dos semanas. Días en los que nos damos cuenta de que lo que queremos está justo delante nuestro, que no pides más. Días en los que vuelvo sentirme, como hace siete meses, en uan nube de felicidad emocional.