Lo que tiene hacer limpieza

El fin de semana pasado me pidió mi madre que limpiara mi no-habitación; desde entonces ha dado tiempo a que me cayera una bronca por no hacerlo (con su consecuente discusión) a que me retirara la palabra y a que nos reconciliáramos, hasta que por fin este sábado obedecí (tarde, pero al fin y al cabo...) y ¿qué he descubierto? aparte de que la música de Enya sirve para algo (no veáis lo que relaja limpiar con el "Who can say"), que mi hermano tenía escondidos por ahi CDs prelistens de Bad Religion, No Fun At All, Millencolin... que intentaré pasar al PC aunque ya estén desactualizados xD

Pero a lo que voy: lo mejor de todo es lo que ha encontrado mi hermana en su/mi habitación. Llevaba desde principio de curso buscando mi estuche de colores... ^^ pero no, eso no es lo que quería decir xD ha aparecido por fin mi agenda y mi mini-cuaderno del curso 2002-2003, sí señores, de cuando yo tenía 12 añitos y era pura e inocente :D me ha hecho ilusión porque tengo todas las demás agendas y cuadernitos por ahí pero me faltaba ésa (y creo que la del año anterior también, pero ya aparecerá xD). El caso es que he encontrado en el cuadernito cosas que yo escribía para presentar al concurso de literatura del instituto, y para haberlo escrito con 12 años, casi está mejor que lo que no-escribo ahora. A continuación redacto tal y como escribí en su momento (aunque algunas cosas me duelan mucho a los oídos) las dos historias candidatas para presentar al concurso, aunque no presentara ninguna de ellas al final:


Sonó el despertador. Eran las 7:30. No me apetecía levantarme, pero, a tientas en la oscuridad de mi habitación, me levanté. Era curioso: no oía ningún ruido procedente de la cocina, y eso que mi hermano debía estar levantado ya. Él y yo éramos los últimos que salíamos por las mañanas. Fui a la cocina pero, como suponía, allí no estaba; debía estar dormido.

Me apresuré a su habitación para despertarle, pero, para mi sorpresa, tampoco le encontré allí. Encendí las luces para buscar una nota, pero no había ninguna explicación para mí. Pensé que ese día a lo mejor tenía clase antes y no le di mayor importancia, así que me vestí, desayuné, me arreglé y salí a la calle. Mi sorpresa se aumentó al comprobar que tampoco nadiecaminaba por la calle. Y no sólo eso: tampoco nadie atendía en el kiosco, y ningún coche circulaba por la calzada. Corrí en todas direcciones, grité, llamé a la policía... Pero nadie contestaba. ¿Estaba sola en el mundo? ¿Que podía hacer? Estas y otras preguntas se agolpaban en mi cabeza. Miré el reloj: funcionaba perfectamente. Excepto que había desaparecido todo el mundo, ese día parecía completamente normal, y eso era lo más angustioso de todo.

De pronto, en medio de mi confusión, oí el despertador. Giré la cabeza y comprobé que estaba otra vez en mi habitación. El reloj marcaba las 7:30. ¿Había despertado de un sueño? Al menos eso parecía. Agudicé el oído y reconocí perfectamente el sonido de una cuchara girando dentro de una taza. Cuando entré en la cocina y vi a mi hermano, debí poner una cara extraña, porque me preguntó:

- ¿Qué te pasa?

Y le respondí:

- Nada, ha debido ser un sueño.

Y le abracé.


A primera vista se apreciaba la avanzada edad del hombre. Era un señor mayor, con arrugas en la cara, pero, no obstante, su cabello era negro como el azabache, sin cana alguna. Sus ojos parecían tristes bajo aquella amplia manta arrugada: o quizá expresaban esa tristeza porque el anciano era un hombre huraño y avaro. Vivía en una gran mansión en las afueras de una importante ciudad, con la única compañía de su inagotable riqueza. Decían las gentes que lo conocían que, cuanto más tenía, más deseaba. Sin embargo, a mí no me parecía tan desagradable como su misma voz ronca, que era lo que se contaba; quizá hubiera notado ya la tristeza y soledad que le proporcionaba aquel tesoro inmenso que ganaba de escribir libros, libros en los que se desahogaban sus más profundas penas, y en los que expresaba su temor a morir en soledad.